EDITORIAL VILANO JUNIO 2023

                                                                    El valor del silencio                                                                                                                                                                                                                                                     por Mónica Salvador Traub

“Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo digas”

Proverbio árabe

A propósito de una ida al neurólogo para despejar dudas respecto de mi salud neuronal, debido a algunos despistes y olvidos que empezaron a preocuparme como posibles síntomas de algo más complejo, he estado pensando mucho en el valor del silencio en la era del ruido y el estímulo permanente e inmediato con que somos bombardeados a diario. Tras una larga charla y un par de exámenes, el médico concluyó que lo mío más que una incipiente demencia o Alzheimer, era más bien estrés acumulado y mala higiene del sueño.  Además, me comentó que en estos días es imposible no estresarse con tanto estímulo permanente, para el cual nuestro cerebro no está adiestrado. Se sabe que desde la llegada de la era digital, la concentración del cerebro humanos ha disminuido notoriamente, lo que  provoca muchas veces frustración por no ser capaz de concentrarse en una tarea, por fácil que esta sea.



Entonces me dispuse disciplinadamente a observar mis rutinas diarias poco antes de acostarme, y confirmé que ejecutaba varias acciones que todos los expertos no señalan como muy poco favorables para poder obtener un buen descanso, como lo es llenarse de estímulos auditivos y visuales antes de acostarse. Una película, revisar RR.SS. , tomar infusiones demasiado tarde y darle demasiadas vueltas a algunas cuestiones que me preocupan. Sobre esto último, es lo más difícil de controlar dada la condición rumiante del cerebro 😊, pero sobre los otros factores que pueden influir en un mal dormir, era cuestión de decidirse y alejarse de aquellos estímulos que me dejaban muchas veces muy alerta.

Poco a poco confirmé que eliminando  o espaciando los distractores del sueño, fue posible un mejor descanso, e incluso mirar con otra perspectiva aquel asunto que “rumiaba” hacia días, porque lograba descansar. Cansado, siempre piensas peor y estás más irritable. Yo tengo un horario muy marcado a la hora de dormir y cada vez que he luchado contra éste, sigo de largo y el insomnio me arrebata de los brazos de Morfeo.

El experimentar el silencio en un mundo que privilegia el ruido, el movimiento y estar en permanente estimulación, es un lujo en estos días. Un lujo que podemos cultivar en la medida que nos lo propongamos. Es imposible salirse de la modernidad y sus características, pero siempre es posible promover en tu pequeño espacio, un oasis de silencio.

El silencio además puede ser una virtud a la hora de intentar comunicarnos. ¿Cuántas veces sucede que escuchamos sin escuchar porque no hacemos el silencio necesario para no interrumpir a nuestro interlocutor o adelantar una respuesta que se nos alborota en los labios?

Busqué testimonios de silencio como experiencia positiva. Encontré una que me pareció fascinante por la templanza que demostró tener su protagonista.

Se trata de lo vivido por el astronauta  Michael Collins cuando viajó con sus compañeros Neil Armstrong y Buzz Aldrin en julio de 1969 hasta la luna. Mientras Aldrin y Armstrong pisaban suelo lunar, Collins se deslizó en el lado oculto de la Luna a bordo del módulo Columbia. Ningún humano había llegado tan lejos. Durante 27 horas, el piloto estuvo allí completamente solo, desconectado de cualquier forma de vida conocida. Se dijo entonces que Mike Collins  había experimentado la soledad que ningún otro humano había conocido. Éste contó que lo más abrumador de su experiencia había sido  el apagón de las comunicaciones, con un silencio ensordecedor pero que entonces puso atención  a su alrededor  y vio que “Las estrellas estaban en todas partes. Había una majestuosa y elegante sensación de movimiento mientras me deslizaba en total silencio y con absoluta suavidad. Estaba feliz”. De eso se trata: de recoger el hilo que nos conduce a experienciar el presente en silencioso afán. 

Caminar por el bosque en silencio también puede ser una gran experiencia para nuestra conciencia. Hacernos parte de lo que nos rodea. Aprender e identificar nuevos sonidos de la naturaleza. Escuchar tu propia respiración y tus pasos sobre las hojas.

Quienes practican la meditación en silencio, afirman que el silencio sana del estrés que se incrementa con el ruido permanente que nos rodea y con ello, de las posibles consecuencias como problemas de sueño, trastornos cardiovasculares, depresión, ansiedad, etc. Con la cura de silencio que representa la meditación, el cuerpo tiene la posibilidad de eliminar cortisol, adrenalina y otras hormonas. La relajación permite que el sistema inmunitario haga su trabajo a favor de nuestra salud.

Encontré una carta de un lector del Diario El País, parte de ella decía así: “En estos tiempos d

e cháchara, liviandad y estridencias, el silencio es una bendición, un bálsamo. Escasos son los que saben cuándo hablar y cuándo callar; raros los que saben usar los silencios; pocos los que se atienen a las reglas de cortesía necesarias en una buena conversación, diálogo, tertulia o debate. Pocas veces se tiene en cuenta el valor del silencio para una escucha considerada y activa. El  silencio no dificulta el habla, sino que la hace posible. El habla y silencio sean complementarios.

El silencio no es renuncia, sino contención, pausa, reflexión. El silencio es prudencia. El silencio es elocuente. Hay silencios que dicen más que mil palabras. Hay silencios que gritan, que consienten, que censuran, que claman, que duelen... El lenguaje es palabra y silencio. “Hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar” (Eclesiastés). 

¿Bonito verdad?

Para terminar, quiero recomendarles la canción del Silencio de Simon &Garfunkel 

O la lectura del libro “El silencio en la era del ruido” de Erling Kagge, un aventurero y editor noruego, que explora, a partir de su experiencia personal y de las ideas de filósofos, escritores y artistas clásicos y modernos, la importancia de aislarse del mundo”.

O “El silencio, aproximaciones” del docente de la universidad de Estrasburgo, David le Breton, “quien hace una reflexión sobre el silencio, analizando la saturación comunicativa en la que vivimos. Para Le Breton no son tiempos para la calma ya que el imperativo de la palabra está por encima. Considera que, en la actualidad, los medios de comunicación no dan respiro y que cuando hay falta de sonido, algo falla. Una observación por el mundo moderno de la palabra, el de replicar y no escuchar, el de los silencios imprescindibles pero eliminados”.

O “Biografía del silencio. Breve ensayo sobre meditación” de Pablo Dórs, escritor y sacerdote, quien plantea la meditación como método para reencontrarse con el silencio. Una reflexión basada en su propia experiencia en la que se muestra cómo alcanzarlo”. 

Disfruten el silencioso placer de leer.

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